Noticias de Actualidad del Metro de Sevilla

martes, 14 de abril de 2009

El perro tenia billete

Hoy me permito la licencia de participar en las magníficas "Historias del Metrocentro", a las que acostumbra el amigo Constantino Carenado. Como mi capacidad de imaginar es más bien cortita, contaré una historia real que sucedió en un tren talgo Madrid - Sevilla. Para ello solo tenemos que situarnos en un vagón de fumadores de dicho tren.

El viaje transcurría en medio de silenciosas conversaciones con mi hermano, dado que regresabamos de un viaje a Amsterdam en el que habíamos dejado gran parte de nuestras energías. No había ganas de hablar, así que practicamos el dulce hábito de la contemplación de todo lo que sucedía a nuestro alrededor. 

Nada trascendente ni relevante que alterará nuestro rictus de pachorra pos viaje, salvo unos pies descalzos de una chica que buscaban la comodidad del hogar sobre un asiento vacío.

El humo de los fumadores habitaba como un viajero más en nuestro vagón, cosa que reconforta ahora que ya paso a la historia lo de fumar en los trenes. Claro que la que ahora es ministra de Economía no había pisado el Ministerio de Sanidad, para la suerte de algunos como yo. 

En una de las primeras estaciones en las que hacía parada, de repente se incorpora una nueva pasajera. Dicha pasajera, de unos cincuenta años, llevaba asido a su mano una jaula para perros, y como no, un perro en la misma, reglamentariamente ataviado con su bozal. No se puede estar más jodido, pensaría el perro, herido por la falta de libertad física y verbal del momento. 

Antes de que la mujer llegará, había una matrimonio ubicado uno enfrente del otro y separados por la clásica mesa de tren, para que el roce no hiciera el cariño. A la vera de ambos un asiento vacio.

La señora se dirige sigilosamente hacia su asiento al lado de la mujer y deposita al perro en el asiento contiguo al marido de la susodicha. De repente una voz sacada de las auténticas catatumbas inunda a todo el vagón a grito pelado.

- Señora, ¿no me dejará usted aquí el puñetero perro todo el viaje?

La señora que no se esperaba esa reacción, así como todo el pasaje, contesta con una timidez desdeñada por el calentón:

- Pues no sé porque no, cuando el perro tiene comprado su billete.

La abrumadora respuesta, era incontestable, pero el caballero no cesó en su diarreica verborrea anti perro peligroso enjaulado.

Las risas en el vagón se sucedían una tras otra, tras este caótico momento. Nadie dabamos crédito a lo que estaba sucediendo, y el perro que se medio axfixiaba con el humo y su reglamentario bozal, menos todavía.

La señora en un ataque de dignidad, volvió a coger la jaula y a desandar todos los pasos que había dado hasta el vestibulo.

Al tiempo, el revisor hizó su acto de aparición. Desde el vestibulo la mujer le inquería a que ratificase que el perro llevaba billete, con la consecuente risa global del respetable. 

La mujer se hizo fuerte en el vestibulo, de donde no saldría en todo el viaje. Los componentes del vagón empezaron a tomar partido por la señora y comenzaron a lanzar sus alocuciones al vacío. El linchamiento verbal fue apoteósico, luego vino el moral, con la gente yéndose al vestibulo para darle conversación a la señora o para ofrecerle su asiento.

El tierno marido defensor de los animales se acercó también a invitar a la mujer a tomar su asiento, ya acucharado por la situación y por los reproches de su avergonzada mujer. 

La dignidad de la mujer nos amenizó el viaje y de paso sirvió para darle una lección de humildad a este hombre, y es que a veces algunos tendrían que salir con el bozal puesto.

1 comentario:

  1. Es una pena que haya que exigir a otros la dignidad o el respeto por animales y/o personas. Muchos de nuestros congéneres deberían ser reeducados para ver mas allá de sí mismos y ser encauzados hacia el camino correcto.El maleducado , en esta ocasión, recibió su crítica y correctivo.Menos mal.No siempre ocurre así.

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